miércoles, 11 de mayo de 2016

El castillo de Castellanos: un monumento abandonado en mitad del campo

Extremadura es una región con una enorme riqueza patrimonial e histórica. Sin embargo, muchas veces las instituciones o la propia ciudadanía no hacen todo lo posible para proteger esta riqueza colectiva. Esta realidad pone en serio peligro la conservación de numerosos edificios históricos y muchas construcciones prehistóricas únicas.

Cerca de la pedanía cacereña de Rincón de Ballesteros se encuentra, en lo alto de un cerro de la Sierra de San Pedro, un castillo completamente abandonado. Los muros, las torres, las edificaciones se han caído por el paso del tiempo, por la acción de la climatología. La naturaleza invade buena parte de la fortaleza. El estado general del histórico monumento es de completo abandono, de desoladora ruina. En pocos años, si nadie lo remedia, el recinto acabará siendo un conjunto de antiguas e históricas piedras esparcidas por el suelo.

El castillo de Castellanos está situado en una finca privada llamada ‘El Castillo’. Se trata de una construcción fortificada vinculada a la Orden de Alcántara y edificada en torno al siglo XIII. En el año 1300 la propiedad pertenecía a la familia Valverde. A finales de la Edad Media –siglo XV- la fortaleza pasa a ser propiedad del Maestre de la Orden de Santiago. La construcción se compone de un edificio residencial o torre cercado por murallas que se construyeron a un nivel más bajo reforzadas por tres almenas cilíndricas.

El emblemático paraje, también conocido como castillo de Mohedano o de Moheda, sobrevive al paso del tiempo; en un lugar muy aislado, por el que no pasan grandes caminos ni carreteras, en el que no hay grandes poblaciones cercanas. Un lugar situado en el extremo sur de la provincia de Cáceres. Una ubicación que debió ser fundamental en tiempos de la Reconquista cristiana de la Península o en las múltiples batallas libradas entre los reinos de Castilla y Portugal. Hoy, este monumento muere poco a poco, en el mayor de los silencios, sin que los dueños de la finca miren por él, sin que los amantes de la historia y los castillos hayan disfrutado de él. Sin que los extremeños conozcamos su existencia.

Desde el cerro en el que se sitúa el castillo se vislumbra el paisaje extremeño por antonomasia. A sus pies se extiende la joya patrimonial de la naturaleza de la región; es decir, la dehesa. Vemos algunos cerdos, muchos más ciervos y algunas evidencias de la existencia de animales más esquivos como zorros. Al sur, el pantano de Cordobilla de Lácara aporta el contraste de azul perfecto. Y es que Cordobilla es el pueblo más cercano al castillo. Algunas lenguas cuentan la leyenda según la cual, ambos lugares están conectados mediante un túnel. Un túnel que se ha tragado el tiempo.

Un poco sobre la historia del castillo

La zona en la que se asiente el castillo fue donada por el monarca de Castilla a la familia Valverde como agradecimiento o recompensa por su labor durante el asedio a la ciudad de Cáceres. De esta forma se puso fin al dominio andalusí en la localidad. El principal protagonista de la Reconquista para los cristianos de esta zona fue el capitán González de Valverde, un militar perteneciente a las tropas leonesas del rey Alfonso IX.  

Tras la toma del terreno que se extiende entre el río Tajo y el Guadiana, esta destacada figura militar fue condecorada con el título de Señor de Castellanos, nombre que pasó a denominar también al castillo de su propiedad. En aquella época, en las cercanías del castillo discurría un arroyo que se empezó a llamar del Castillo aunque anteriormente se denominaba de la Alcazaba –esto hace que algunos historiadores piensen en la posibilidad de que existiera en el lugar una alcazaba musulmana sobre la que se construyó el castillo-.

Fernán Gutiérrez de Valverde, IX Señor de Castellanos, mantenía la propiedad del castillo y la dehesa en 1385, año en el que lo hacen rehén durante la invasión portuguesa de Extremadura bajo las órdenes de Juan I de Portugal. En el seno de la invasión estaba la disputa entre Juan I de Portugal y Juan I de Castilla por la posesión del trono del país luso.

A comienzos del siglo XV el monumento pase a ser propiedad del Mariscal García González de Herrera, que lo había recibido a través de vínculos matrimoniales. Pocos años después pasará a ser propiedad particular de Alonso de Cárdenas, Maestre de la Orden de  Santiago, una orden militar que gobernaba la ciudad de Mérida y las aldeas dependientes de la misma.

La propiedad fue vendida en el último tercio del siglo XVIII por el conde de la Puebla del Maestre a José Joaquín López Montenegro y Fernández de Velasco, rico ganadero cuyos descendientes, todo indica, siguen ostentando la titularidad de la finca.

Más de doscientos años después; es decir, en el siglo XXI la finca en la que se encuentra el castillo es propiedad de una familia muy interesada en la cría de ganado, en la explotación de los enormes y productivos alcornoques que hay en la zona; pero que, sin embargo, no miran en absoluto para el castillo. En la llanura de la parcela han construido un enorme cortijo.

Mientras tanto, si las cosas siguen como hasta ahora, pasarán los años, las décadas y el castillo irá desapareciendo progresivamente. Hasta que llegue el día en el que sobre este cerro de la Sierra de San Pedro solo podamos encontrar unas antiguas piedras esparcidas sobre el suelo. Ese día los extremeños solo podremos hacer una cosa a la estamos más que acostumbrados: echar la vista atrás y lamentar la desaparición de una parte de nuestra esencia, de nuestra historia, de nuestro patrimonio; porque no supimos, quisimos o empezamos a hacer algo.


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