Extremadura
es una región con una enorme riqueza patrimonial e histórica. Sin embargo,
muchas veces las instituciones o la propia ciudadanía no hacen todo lo posible
para proteger esta riqueza colectiva. Esta realidad pone en serio peligro la
conservación de numerosos edificios históricos y muchas construcciones
prehistóricas únicas.
Cerca
de la pedanía cacereña de Rincón de Ballesteros se encuentra, en lo alto de un
cerro de la Sierra de San Pedro, un castillo completamente abandonado. Los
muros, las torres, las edificaciones se han caído por el paso del tiempo, por la
acción de la climatología. La naturaleza invade buena parte de la fortaleza. El
estado general del histórico monumento es de completo abandono, de desoladora
ruina. En pocos años, si nadie lo remedia, el recinto acabará siendo un
conjunto de antiguas e históricas piedras esparcidas por el suelo.
El
castillo de Castellanos está situado en una finca privada llamada ‘El
Castillo’. Se trata de una construcción fortificada vinculada a la Orden de
Alcántara y edificada en torno al siglo XIII. En el año 1300 la propiedad
pertenecía a la familia Valverde. A finales de la Edad Media –siglo XV- la
fortaleza pasa a ser propiedad del Maestre de la Orden de Santiago. La
construcción se compone de un edificio residencial o torre cercado por murallas
que se construyeron a un nivel más bajo reforzadas por tres almenas
cilíndricas.
El
emblemático paraje, también conocido como castillo de Mohedano o de Moheda,
sobrevive al paso del tiempo; en un lugar muy aislado, por el que no pasan
grandes caminos ni carreteras, en el que no hay grandes poblaciones cercanas.
Un lugar situado en el extremo sur de la provincia de Cáceres. Una ubicación
que debió ser fundamental en tiempos de la Reconquista cristiana de la
Península o en las múltiples batallas libradas entre los reinos de Castilla y
Portugal. Hoy, este monumento muere poco a poco, en el mayor de los silencios,
sin que los dueños de la finca miren por él, sin que los amantes de la historia
y los castillos hayan disfrutado de él. Sin que los extremeños conozcamos su
existencia.
Desde
el cerro en el que se sitúa el castillo se vislumbra el paisaje extremeño por
antonomasia. A sus pies se extiende la joya patrimonial de la naturaleza de la
región; es decir, la dehesa. Vemos algunos cerdos, muchos más ciervos y algunas
evidencias de la existencia de animales más esquivos como zorros. Al sur, el
pantano de Cordobilla de Lácara aporta el contraste de azul perfecto. Y es que
Cordobilla es el pueblo más cercano al castillo. Algunas lenguas cuentan la
leyenda según la cual, ambos lugares están conectados mediante un túnel. Un
túnel que se ha tragado el tiempo.
Un poco sobre la historia del
castillo
La
zona en la que se asiente el castillo fue donada por el monarca de Castilla a
la familia Valverde como agradecimiento o recompensa por su labor durante el
asedio a la ciudad de Cáceres. De esta forma se puso fin al dominio andalusí en
la localidad. El principal protagonista de la Reconquista para los cristianos
de esta zona fue el capitán González de Valverde, un militar perteneciente a
las tropas leonesas del rey Alfonso IX.
Tras
la toma del terreno que se extiende entre el río Tajo y el Guadiana, esta
destacada figura militar fue condecorada con el título de Señor de Castellanos,
nombre que pasó a denominar también al castillo de su propiedad. En aquella
época, en las cercanías del castillo discurría un arroyo que se empezó a llamar
del Castillo aunque anteriormente se denominaba de la Alcazaba –esto hace que
algunos historiadores piensen en la posibilidad de que existiera en el lugar
una alcazaba musulmana sobre la que se construyó el castillo-.
Fernán
Gutiérrez de Valverde, IX Señor de Castellanos, mantenía la propiedad del
castillo y la dehesa en 1385, año en el que lo hacen rehén durante la invasión
portuguesa de Extremadura bajo las órdenes de Juan I de Portugal. En el seno de
la invasión estaba la disputa entre Juan I de Portugal y Juan I de Castilla por
la posesión del trono del país luso.
A
comienzos del siglo XV el monumento pase a ser propiedad del Mariscal García
González de Herrera, que lo había recibido a través de vínculos matrimoniales.
Pocos años después pasará a ser propiedad particular de Alonso de Cárdenas,
Maestre de la Orden de Santiago, una orden
militar que gobernaba la ciudad de Mérida y las aldeas dependientes de la misma.
La
propiedad fue vendida en el último tercio del siglo XVIII por el conde de la
Puebla del Maestre a José Joaquín López Montenegro y Fernández de Velasco, rico
ganadero cuyos descendientes, todo indica, siguen ostentando la titularidad de
la finca.
Más
de doscientos años después; es decir, en el siglo XXI la finca en la que se
encuentra el castillo es propiedad de una familia muy interesada en la cría de
ganado, en la explotación de los enormes y productivos alcornoques que hay en
la zona; pero que, sin embargo, no miran en absoluto para el castillo. En la
llanura de la parcela han construido un enorme cortijo.
Mientras
tanto, si las cosas siguen como hasta ahora, pasarán los años, las décadas y el
castillo irá desapareciendo progresivamente. Hasta que llegue el día en el que
sobre este cerro de la Sierra de San Pedro solo podamos encontrar unas antiguas
piedras esparcidas sobre el suelo. Ese día los extremeños solo podremos hacer
una cosa a la estamos más que acostumbrados: echar la vista atrás y lamentar la
desaparición de una parte de nuestra esencia, de nuestra historia, de nuestro
patrimonio; porque no supimos, quisimos o empezamos a hacer algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario