En el diario ‘Nuevo Día’ del
17 de marzo de 1931 nos encontramos una referencia interesante a la Sierra de
Montánchez en boca del ilustre Hernández Pacheco. La Diputación de Cáceres
entrega la Medalla de Oro de la provincia al geólogo alcuesqueño y en su
discurso de agradecimiento este destaca la importancia de la sierra en tanto
que miradero de toda la tierra extremeña. Por ello propone la construcción de
un sitio de interés nacional en las cumbres de la montaña. Sería un monumento
natural en favor de Extremadura, España y de las naciones hermanas del
continente Americano.
El
catedrático de la Universidad Central dijo:
<<
(…) Después habló el señor Hernández Pacheco, manifestando de nuevo su gratitud
por la prueba de afecto y estimación que se le otorgaba.
Estoy
íntimamente satisfecho y hondamente emocionado, porque aunque durante mi vida
profesional y de trabajo, he tenido grandes satisfacciones por honores que me
concedieron o preeminencias que me otorgaron, ninguna satisfacción fué tan
grande como la de hoy; pues las distinciones mencionadas eran consecuencia de
la vida profesional, y todos, cada cual en la suya, las hemos tenido análogas.
El acto de hoy me conmueve más por ser en mi tierra y proceder de mis paisanos
porque es un goce más íntimo y más familiar, sin mezcla de lucha ni siquiera
emulación. Os reitero a todos mi agradecimiento y os expreso cordialmente mi
mayor respeto, consideración y afecto.
En
este momento quiero asociar al acto que realizamos los nombres de tres
extremeños ilustres que merecieron el mismo galardón que hoy me habéis
concedido. (…) don Publio Hurtado, (…) don Francisco Huertas Barrero (…) y don
Diego María Crehuet (…).
También en este acto quiero
destinar un recuerdo y la expresión de mi adhesión y afecto a mis condiscípulos
de la escuela pública de Alcuéscar,
de los cuales algunos están aquí presentes, rogándoles trasmitan esta saludo a
los demás, pues recuerdo complacer (con placer) aquella vida de democracia
infantil, todos iguales, pobres y ricos, en la que no había más jerarquías que
las producidas por la laboriosidad, la constancia y las aptitudes personales de
cada uno.
Ahora
me dirijo a todos los extremeños y en especial a los del partido de Montánchez;
(dispensad que me arrogue iniciativas, pues de ellos vosotros tenéis parte de
culpa por haberme elevado al alto puesto que supone la gran distinción que me
habéis otorgado).
En el centro de la amplia
Extremadura se alza, abrupta y escarpada, bella, alegre y variada, la sierra de
Montánchez; en la zona de
cumbres existe una ondulada altiplanicie, y en lo más alto, en donde está el
vértice geodésico, en amena pradería, grupos de rudos y pintorescos canchos de
granito, tales como el Canchal de las Plumas y una gran roca bamboleante.
Este sitio es el más
espléndido miradero de toda la tierra extremeña; toda ella se divisa como un
gran plano en relieve:
desde la alta y blanca sierra nevada de Gredos hasta los lejanos llanos de
Badajoz y las azuladas montañas del sur, y desde las tierras portuguesas hasta más allá de los ásperos macizos
montañosos de la sierra de Guadalupe. Toda la tierra extremeña desde allí se
divisa, en los serenos días del invierno y en los de la luminosa primavera.
Yo os propongo, que esta
pequeña zona de cumbres que denominaremos El miradero de Extremadura, sea
declarado sitio de interés nacional.
Precisamente se dá la circunstancia de que, por mi cargo oficial de delegado
inspector de Sitios y Monumentos Naturales, he de ser quien emita el informe
previo a la publicación de la Real orden y estoy convencido de que el sitio
merece tal distinción oficial.
En aquellos grandes canchos
de granito se grabarían a cincel los nombres y el pueblo de naturaleza de los
grandes hombres extremeños:
los nombres de los exploradores, conquistadores y fundadores de América; de los
humanistas, escritores, científicos, poetas, pintores y escultores extremeños;
de sus sabios y de sus pensadores; de las glorias de Extremadura de los siglos
pasados.
Hecho
esto, haríamos con solemnidad la inauguración del Sitio y del Monumentos
Natural. En el espléndido miradero, en dos altos mástiles ondearían la bandera
nacional y la extremeña, y junto a ellas la de Portugal, nuestro pueblo
hermano, y en hermoso grupo, alegre y vistoso, las veintiún banderas de las
veintiún naciones americanas que son hijas y resultado de la intrepidez
extremeña.
Sería esta una fiesta de la
cohesión de Extremadura, fiesta de paz y de cultura, fiesta de civismo y de
concordia. Los representantes
de los Centros de la cultura extremeños tendrían en el acto lugar preeminente,
también las Asociaciones Agrícolas y del Trabajo, pues constituyen el brazo
fuerte, sana, y protector de la tierra extremeña.
Por
ser fiesta de paz y de civismo, el ejército también tendría su puesto por ser
su misión constituir el brazo defensor de la independencia de la Patria y de
las libertades y derechos conseguidos por los ciudadanos. Y cuando en la
ceremonia los épicos clarines llenasen de agudos y claros sones la montaña, nos
haríamos la ilusión de que los espíritus de los bravos conquistadores
extremeños se incorporaban y escuchaban atentos.
Desechando
lo que de interés material por su aspecto turístico, tendría la declaración de
sitio de interés nacional de las cumbres de la sierra de Montánchez, consideremos el valor espiritual que tiene
este olimpo extremeño como lazo de unión y estímulo para laborar a favor y al
servicio de Extremadura.
Atronadores
aplausos acogieron las últimas palabras del orador>>.
Pese a que las palabras del
geólogo fueron muy aplaudidas, esta idea nunca se llevaría a cabo. La zona más
elevada de la Sierra de Montánchez permanecería abandonada y olvidada durante
muchas décadas. En 1937 los soldados del banco franquista tiraron al suelo la
piedra bamboleante –coloquialmente conocida como Cancho que se Menea- de la que
hablaba Hernández Pacheco en su discurso –hace muy poco este místico grupo de
canchos ha vuelto a ser erguido por el Ayuntamiento de Montánchez-.
Hasta la década de los 60 las
cumbres más altas de la Sierra de Montánchez se destinaron fundamentalmente a
la ganadería extensiva. En los años 60 las autoridades del régimen franquista
decidieron construir en el enclave un conjunto de antenas de retransmisión
televisiva.
Con la llegada del siglo XXI
se empezó a hablar de la posibilidad de instalar en las cumbres de la hermosa
Sierra un par de parques eólicos con un grupo de aerogeneradores de decenas de
metros de altitud.
Es evidente que no se llevó a
cabo la idea de Hernández Pacheco. Parece patente que la explotación y
aprovechamiento que se ha hecho desde ese momento del mágico enclave ha ido
siempre a peor.
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