El carnaval que se celebra en
Montánchez es, por su tradición y popularidad, uno de los más antiguos y
afamados de Extremadura. Se trata de una celebración singular en la que
participan buena parte de los habitantes de la población y que tiene un marcado
carácter festivo y distendido. Ni el absolutismo del siglo XVIII, el
liberalismo del XIX o la dictadura franquista en el XX pudieron poner fin a una
fiesta tan tradicional y que ha pervivido con muy pocas variaciones hasta
nuestro días.
Pero, ¿cuáles son las características y particularidades de estos carnavales?, ¿en qué momento podemos situar su origen?, ¿por qué en Montánchez se siguió celebrando el carnaval basado en la figura del jurramacho cuando en el resto del país estaban prohibidos?
El origen del jurramacho
Su
origen no está lo suficiente investigado, pero hay teorías que apuntan a que el
carnaval de Montánchez tiene un origen prerromano; algo que se aprecia sobre
todo en el festival de las cintas a caballo que también se celebra por estas
fechas. Lo que sí está claro es que el origen del jurramacho deriva de la
antigua costumbre de confeccionar disfraces con ropas zarrapastrosas y en
desuso que los vecinos guardan en los baúles y arcones de las viviendas.
En
pueblos como Alhama de Granada (Granada) encontramos la figura típica del jameño con un enorme parecido estético
y funcional al jurramacho montanchego. En el pueblo de Cuevas del Almanzora
(Almería) ocurre otro tanto con las máscaras
de fachá. Otra teoría sobre el origen del carnaval de Montánchez basado en
la figura del jurramacho la encontramos en los siglos XVI y XVII, cuando tras
la dispersión de los moriscos en la zona de la Alpujarra, pudieron entrar en
contacto poblaciones procedentes de la zona con Montánchez. (Teoría planteada
por el historiador del arte Enrique Flores Sánchez en una conversación
informal).
Reglamentaciones
municipales oficiales publicadas desde muy antiguo trataron de suavizar el
ambiente festivo y pagano con la intención de predisponer a los vecinos de
Montánchez a un comportamiento más somero y retraído, más propio de la
Cuaresma.
Un origen documentado en el
siglo XIX
“En un documento del 2 de febrero de 1836 se
describe el ambiente de los días de carnaval de Montánchez con asonadas y
bullicios que perturbaban la tranquilidad pública, los tres días de
carnestolendas, que comenzaba el domingo titulado de carnaval, lunes y martes.
Se preparaban alborotos, bailes y embriagadeces (sic), así como las rudas
costumbres que eran sancionadas por la autoridad con una multa de dos ducados”
(‘Senderos de Extremadura’. Solís, J. 2000).
“Las ordenanzas municipales de 1906 prohibían a las máscaras hacer parodias,
ejecutar actos y proferir expresiones que ofendieran a cualquier religión, la
moral o las buenas costumbres. En los días de carnaval se permitía circular por
las vías con disfraces que no representase: estado religioso, autoridad
militar, ni civil. Al entrar en los establecimientos públicos –los jurramachos-
debían retirar la careta al igual que por requerimiento de la autoridad” (‘Senderos
de Extremadura. Solís, J. 2000).
En
algunos artículos periodísticos publicados a principios del siglo XX se aprecia
que no todos los vecinos del municipio ven en los jurramachos un modelo a
imitar, se pretende dar un enfoque más elitista a esta fiesta. Por ejemplo en ‘El
Bloque’ el 10 de marzo de 1908, Maximiliano publica un artículo que dice:
<<Indudablemente
el carnaval progresa por aquí. Progresa porque van disminuyendo las máscaras
mamarrachas, los osos amaestrados hartos de vino, las mujeres disfrazadas con
pantalones atentando contra su propio pudor y en cambio la máscara que no usa
palabrotas, ni se viste de adefesio, sino que se disfraza con gusto y embroma a
sus amigos con bromas cultas, de buen género, usando modales correctos, va
aumentando algo con el atractivo de los bailes de disfraces.
El
celebrado en el Círculo de la Amistad que preside el reputado médico D.
Casimiro Madruga (…) ha sido una fiesta encantadora, donde concurrieron lindas
mascaritas que hicieron nuestra delicia durante unas cuantas horas de regocijo
y de alegría que jamás se borrará de nuestra memoria (…)
Yo
no sé reproducir con exactitud la impresión que producía la contemplación de
aquel conjunto soberanamente bello y de cada una de las hechiceras mujeres, de
hermosura embriagadora que concurrieron al baile del martes de carnaval (…) doy
mi aplauso a la junta y al director de la orquesta Sr. Rubio por su acierto y
que otro año más nos proporcione la ocasión de gozar de igual placer que el que
recibimos el último martes de carnaval>>.
Ese
mismo día en ‘El Noticiero’ Jesús Serrano publica una “crónica de Montánchez”
en la que hace referencia a la vertiente más exclusiva y elitista del carnaval
montanchego:
<<Anoche
tuve el gusto de asistir a un gran baile que el Círculo de la Amistad dio, como
despedida a la fiesta del placer y la alegría, el diavólico (sic) y disoluto
Carnaval (…)
La
orquesta, compuesta de violines, flautas y guitarras, ejecutó piezas escogidas
resultando un baile encantador presidido todo él, por la más ruidosa y atrayente
de las alegrías (…)
Al
filo de la medianoche la música dejó de oír sus acordes, la concurrencia
desfiló, las luces se apagaron y todo quedó en silencio (…) >>.
Tampoco
la epidemia de gripe que asoló Montánchez en 1918 redujo la celebración del
carnaval. Y es que los carnavales de ese
año fueron, “según sus contemporáneos, mucho más animados y divertidos que en
años anteriores” (‘Senderos de Extremadura. Solís, J. 2000).
Las particularidades de la
figura del jurramacho
Lo
más característico del jurramacho consiste en emplear ropas diversas y en
desuso con el objetivo de conseguir que nadie reconozca al disfrazado. Se
combinan estas prendas de forma estrafalaria y hortera para conseguir presentar
al jurramacho como un ser amorfo. También se pone la voz en falsete y se cubre
el rostro con la tela para guardar los jamones o antifaces.
El
jurramacho busca sobre todo no se reconocido por vecinos, amigos y familiares.
Pero también con el disfraz se pretende irradiar comicidad, un aspecto macabro
o el transformismo y la inversión de sexos.
El
impacto más característico de los jurramachos “es sin duda, el ambiente jovial
y la animación que crea, pues recorre sin cesar solo o en grupos, calles y
establecimientos, para burlar tanto a amigos o desconocidos” (‘Senderos de
Extremadura. Solís, J. 2000). Otros disfraces se elaboran con elementos de la
naturaleza como hojas de diferentes plantas y árboles, agallas, pacas, etc.
Los
días que duraba el carnaval los jurramachos tenían por costumbre recorrer las
calles de la localidad, la Plaza, y por último desfilar hasta el castillo.
Tabernas, bares, salones y casinos mantenían un ambiente festivo permanente.
Aunque si algo dinamizaba la fiesta era su famosa y típica indumentaria.
“Desde
muy antiguo se solían escenificar parodias, como la del labrador, en la cual
dos hombres tiraban del arado; y otras como el aguador, la siembra, la vejez,
las bodas, chacha con niños, o la vaquilla; un hombre disfrazado de toro y su
mujer de torera, rodeados por un grupo de jóvenes que perfilaban la plaza” (‘Senderos
de Extremadura'. Solís, J. 2000).
Otro
elemento fundamental del carnaval de Montánchez lo constituían las
estudiantinas. Se trata de grupos de personas disfrazadas de forma similar procedentes
de la localidad o pueblos de la Comarca y que recorrían los diferentes barrios
de la población y cantaban coplillas muy vinculadas con la actualidad de la
época y con sucesos sensacionalistas.
El carnaval de Montánchez:
una fiesta transversal
Una
de las particularidades más evidentes del carnaval de Montánchez es que aunque
fueron prohibidos, en ningún período histórico se hizo efectiva esta prohibición;
y esto es así porque todas las clases sociales lo aceptaban y asumían como algo
propio.
No
solo era una fiesta popular, también a las clases acomodadas del pueblo les
gustaba esta festividad. Durante el franquismo, ni siquiera en los duros años
de postguerra y hambre, pudo hacerse efectiva la prohibición del carnaval
montanchego.
Las
personas mayores de la localidad cuentan una anécdota a este respecto. Así, en
los años 40 llegó un nuevo capitán de la Guardia civil a la localidad que
intentó hacer efectiva la prohibición. Por ello, acompañado de otros guardias,
se presentó en el baile y se dispuso a clausurar la fiesta. Pero los vecinos
disfrazados empezaron a correr de un salón a otro de la discoteca burlando a
los agentes.
Aquí
se disfrazaba todo el mundo, desde el notario, al juez comarcal y municipal,
pasando por cabreros, pastores y porqueros. Fue sin duda esta popularidad
transversal la que hizo que el carnaval basado en la figura del jurramacho
perviviera hasta nuestros días.
Los
testimonios orales de las personas de más edad también cuentan que el día más
potente del carnaval montanchego era el martes. Ese día hasta Montánchez venían
vecinos no solamente de los pueblos de la Comarca, también de poblaciones más
importantes como Cáceres, Miajadas; e incluso Villanueva y Don Benito.
El
miércoles de ceniza finalizaba el carnaval con el tradicional entierro de la
sardina, con degustación de sardinas y vino en el centro de la localidad. El
entierro se convertía en un nuevo desfile con los vecinos enlutados y la
inexorable presencia de la llorona. Se
desfilaba al castillo incluso a caballo y con sillas colocadas a lo largo del
itinerario. El carnaval tocaba a su fin.
No
obstante, los vecinos de Montánchez son muy dados a alargar las fiestas todo lo
que pueden, por ello el domingo siguiente se celebra el tradicional baile de la
piñata, con premios para solteros y casados. Esa misma mañana jinetes y
caballos engalanados participan en un concurso de carreras de cintas.
Fiesta de Interés Turístico
Regional
En el siglo XXI el carnaval
de Montánchez basado en la figura del jurramacho ha conservado su esencia y
particularidades. Sin embargo, las modas y el influjo de los disfraces
manufacturados han reducido de forma notoria la presencia de jurramachos por
las calles de la localidad de tal forma que el disfraz tradicional está en
serio peligro de extinción.
Ya no se celebran bailes de
disfraces basados en el disfraz típico. Desde 2015, en las inmediaciones del
Ayuntamiento de Montánchez, se designa al Jurramacho Mayor y Jurramachino del
año correspondiente. Una distinción que hace la Corporación municipal a los
jurramachos más originales. Sin embargo, esta iniciativa no es suficiente para
irradiar entre la mayoría de vecinos de la localidad las ganas de disfrazarse y
disfrutar del carnaval como jurramachos.
Quizás debido a este serio
riesgo de desaparición que presenta el jurramacho en la actualidad, el
Ayuntamiento, a escasos meses de las elecciones, pide que los carnavales de
Montánchez y su emblema, el jurramacho, sean reconocidos como Fiesta de Interés
Turístico Regional.
Ojalá y no sea demasiado
tarde para uno de los carnavales más antiguos, tradicionales, originales y
divertidos de España.